jueves, 27 de septiembre de 2018

Lacimurga y la Guerra Civil



El enclave que nos ocupa, el “Peñón de Cogolludo”, es un entorno fluvial que de ser, a lo largo de la Historia, un lugar excepcional para el control de dos vados naturales del Guadiana ha pasado a convertirse en una península con un importante patrimonio arqueológico por rescatar y estudiar.


El "Peñón de Cogolludo" y la transformación del Guadiana.


En esta nueva campaña de prospección arqueológica para la confección del Catálogo del Patrimonio de la Guerra Civil y la Postguerra[1] hemos estudiado un lugar de  singular relevancia histórica y arqueológica. Se trata del enclave del “Peñón de Cogolludo”. Localizado a orillas del embalse de Orellana en el margen derecho del Guadiana, dividido entre los términos municipales de Navalvillar de Pela y Puebla de Alcocer. Su altura,  434 m, y su situación le otorgan una posición privilegiada para el control del vado, este hecho explica una secuencia ocupacional que va desde la época prerromana hasta el medievo. La investigación a través de los textos y la epigrafía sitúa en este lugar la ciudad de Lacimurga, oppidum prerromano, al menos, desde los siglos VI-V a.C., que fue reaprovechado en época romana alcanzando la categoría de municipium. El valor geoestratégico de este asentamiento no pasó inadvertido para los nuevos moradores ya que suponía una importante zona de tránsito, además de un paso natural entre la Bética y la Lusitania.

Panorámica del Peñón de Cogolludo desde las trincheras republicanas.

Los trabajos arqueológicos de excavación y prospección arqueológica de su entorno,  realizados en los años noventa[2], nos acercan a la realidad compleja de un yacimiento que a buen seguro guarda todavía más secretos. Las campañas de excavaciones  de los 90 sacaron a luz un edificio público sobre una plataforma natural que domina el curso del río datada entre los siglos II-I a. C., una zona de almacenes y viviendas, un conjunto termal en buen estado de conservación y un gran depósito de  agua, construcciones que los investigadores  sitúan estas entre los siglos I a.C. y el I d.C.  La mala noticia es que todo este conjunto arqueológico está en peligro, puesto que las estructuras excavadas no han sido consolidadas ni protegidas, quedando totalmente expuestas y avanzando en su deterioro.

Su estratégica ubicación cobró de nuevo relevancia durante los movimientos de tropas y posiciones durante la Guerra Civil en Extremadura. Así, el servicio de información de la 109 Brigada Mixta republicana ya había descrito el lugar el 21 de enero de 1939:

“Su configuración natural permite una buena defensa mejorada esta, con parapetos de piedra y trinchera de unos doscientos cuarenta metros en su cara N.O. protegida por una alambrada de dimensiones próximas a la anterior. En esta posición el enemigo tiene instalado un Observatorio”.

          Además sabían que las dos secciones de soldados, pertenecientes a la 19 División franquista, contarían con una ametralladora, un fusil ametrallador  y un mortero del 81.

Interior de uno de los refugios excavados.

Pero los servicios de información republicanos parece que se quedaron cortos en su descripción. En el llamado “Peñón de Cogolludo” hemos documentado una trinchera que rodea el peñón y que excede con creces los doscientos cuarenta metros aludidos. La trinchera estaba muy bien defendida, sobre todo en el tramo NE, donde hemos detectado 15 nidos de ametralladora y 14 pozos de tirador. Los nidos de ametralladora son simples, excavados en el terreno, sólo dos de ellos están construidos con mampuesto en seco. Los pozos de tirador presentan diferentes tipologías, de tendencia circular, en gancho y con obra de mampuesto.  A lo largo de la trinchera se integran almacenes y dos grandes refugios excavados en el nivel geológico, uno de ellos bien conservado. La gran cantidad de refugios con los que cuenta fortificación pone de manifiesto la magnitud del destacamento, en realidad hemos distinguido tres áreas, siendo la que se encuentra en  la zona NW la de mayor entidad. Los refugios presentan estructuras tanto de planta circular como rectangular, construidas con mampuesto en seco o ligado con barro que conservan alzados de hasta 1,80 m.

Por tanto, los ríos configuraron el paisaje del frente de guerra. Los militares necesitaban el control de los vados naturales para impedir que el enemigo pudiera atacarles o, también, con la perspectiva de que si lo controlaban ellos podían atacar al enemigo. Y ese dominio de los cursos fluviales ha sido una característica recurrente que ha marcado la elección de determinados parajes como lugares de asentamiento a lo largo de la Historia.



[1] Financiado por Diputación de Badajoz según la convocatoria pública de subvenciones para Asociaciones sin ánimo de lucro. Véase: http://www.dip-badajoz.es/diputacion/subvenciones/index.php
[2] Aguilar Saénz Antonio, Guichard, Pascal. (1995). La ciudad antigua de Lacimurga y su entorno rural. Colección arte y arqueología Nº 14. Departamento de publicaciones de la Diputación de Badajoz.