Durante la Guerra el servicio de recuperación de material bélico
fue muy importante, tanto para armarse el mismo ejército recuperador
como para que el enemigo no tuviera oportunidad de recoger y
reutilizar lo abandonado en el campo de batalla. Estas unidades eran
expertos en armamento y conocían la variedad de calibres que
existían entre los ejércitos tanto en armamento pesado como en
ligero.
Pese a su labor, al finalizar la Guerra nuestros campos estaban
llenos de balas, metralla, trozos de bombas... y todos los pueblos
que tuvieron la guerra a sus puertas contaron con varias personas que
se ganaban un jornal acarreando chatarra de la guerra para venderla.
Incluso, nos han contado, que el afán fue tal que en ocasiones
volaron nidos blindados para sacar el hierro que a modo de ferralla
le daba mayor consistencia al hormigón.
Vainas de máuser tiradas
junto con las pilas del detector.
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Actualmente aquel material de guerra debería ser considerado por la
legislación patrimonial vigente (Ley 2/1999, de 29 de marzo , de
Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura) como objetos
arqueológicos y por tanto protegidos. Pero debemos de esperar a que
se cumplan 100 años. En la misma situación de desprotección se
encuentra el patrimonio inmueble de la Guerra Civil y la Postguerra
(trincheras, búnkers, campos de aviación...). Unos vestigios que
son la huella perdurable de uno de los acontecimientos más
determinantes de la Historia de España.
Distintos objetos metálicos
desechados por la acción del detectorista en el propio
yacimiento.
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Sin embargo durante las repetidas prospecciones que venimos
realizando en los paisajes donde estuvo instalado el frente, con
motivo de la elaboración del Catálogo de vestigios bélicos de la
guerra civil y la posguerra, hemos ido documentando evidencias de un
grave problema. Al igual que lo hicieron nuestros mayores recogiendo
chatarra, en la actualidad personas con detectores de metales barren
los campos en busca de lo que ahora son, pese a que la legislación
aún no lo señale, objetos arqueológicos. En otras palabras, los
primeros recogían el material bélico para conseguir un jornal los
de ahora por afán de coleccionismo. Por ello, desde nuestra
Asociación, apelamos a la conciencia cívica de esos detectoristas
alertándolos de la importancia de no alterar el registro
arqueológico y de no atentar contra un patrimonio que es de todos y
que será fuente de conocimiento para generaciones futuras. Eso sí,
parece ser, si la administración regional no lo remedia, que habrá
que esperar 20 años para que sea considerado expolio y penado por la
ley.
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