En el paraje de “Cañada Honda”, en Valle de La Serena (Badajoz),
se localiza un buen ejemplo de fortificación militar. Se trata de un
nido blindado, diseñado para alojar una ametralladora y a sus
servidores, no más de tres personas, al que se accedía por detrás,
siguiendo un sistema de trincheras excavadas en zig-zag para impedir
quedar descubierto ante el enemigo. Esta posición está relacionada
con otros cinco nidos blindados, un conjunto fortificado por
el Ejército Republicano y estrechamente ligado al control del
puente sobre el Guadámez y de la carretera que unía Valle con
Palomas y que quedó cortada por el Frente.
Nido blindado protegiendo el
acceso al puente sobre el Guadámez.
El nido está ejecutado con hormigón armado y encofrado, aunque en
este caso en su construcción también se utilizaron materiales
locales, como el ladrillo macizo, cuyas medidas y arcilla coinciden
con las de los ladrillos utilizados en muchas casas del cercano
pueblo de Valle, y es que se trata de ladrillos fabricados aquí, a
lo que hay que añadir que tradicionalmente cada pueblo tenía sus
medidas y sus barreros para fabricar sus tejas y ladrillos, y por
ello no resulta difícil comprobar el origen de estos elementos.
Además, se ha observado en este y en otros fortines del municipio
que el encofrado normalmente tiene una parte interna de piedra
también local muy bien careada, que posteriormente quedaría oculta
tras el hormigón, e incluso a veces el encofrado arranca de un
zócalo previo de piedra colocada a “caravista”.
Detalle decorativo del
interior del nido blindado.
Basta un simple vistazo a estos fortines y comparar cómo se disponen
y aparejan las piedras de sus paramentos con muchas paredes de
edificios civiles repartidos por el entorno, como antiguas casas de
campo y encerraderos, o las propias casas del pueblo, para adivinar
detrás de ellos la mano de albañiles y maestros locales,
movilizados por las autoridades republicanas para la fortificación
militar. Resulta igualmente llamativo el rejuntado que se ha podido
identificar en el cercano nido blindado de “El Rondaero”, también
en Valle, una decoración habitual en construcciones civiles y
religiosas a lo largo del tiempo, consistente en tapar con un
encintado de mortero la línea de unión entre las piedras de la cara
de un muro, y además decorando esa junta con una incisión lineal,
que quiere evocar y redondear la línea de las piedras que ha quedado
tapada, una decoración innecesaria y por supuesto extraña en una
edificación tan “funcional” como un nido de ametralladora.
Incluso en un sitio así es posible adivinar rasgos de humanidad e
imaginarnos al maestro enseñando al aprendiz cómo hacer este tipo
de decoración, aunque el sitio no fuera el habitual.
Grafiti sobre uno de los
muros del nido blindado.
También en el nido de “Cañada Honda” podemos observar un
grafiti realizado con un objeto punzante (la punta de un simple palo,
por ejemplo) sobre el mortero aún fresco y con un innegable gusto y
esfuerzo estéticos en el trazo de letras y números, cuyo ejecutor
incluso se permitió realizar bucles y adornos en ellos. En el
grafiti puede leerse “AÑO 1937”, legándonos así un testimonio
impagable del momento en el que se construyó el fortín. Este simple
hecho, el de firmar o escribir algo, unas iniciales, un lema, una
consigna o una fecha, es algo inherente al ser humano desde tiempos
inmemoriales, necesitado siempre de “dejar constancia” de su
presencia en el territorio, y máxime en momentos tan
trascendentales.
Calco del grafiti.
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